El juego como recurso para un envejecimiento saludable

Cuando hablamos de juego pensamos diversión, competencia, un momento de
intercambio con otros.
Históricamente y aún en la actualidad, asociamos el juego con la infancia, atribuimos a
la niñez el derecho y la obligación de jugar. Sin embargo, el juego se caracteriza por ser
una actividad universal e inherente al ser humano. Cuando jugamos, surgen
experiencias donde observamos distintas formas de expresión y de ser.
¿Qué sucede cuando crecemos y somos adultos y luego personas mayores?
En el mundo adulto y su imaginario colectivo, el juego está constituido como una forma
de ocio y tiempo libre, y queda reducido a una actividad meramente ocupacional.
No obstante, está comprobado que el juego es más que diversión, es una herramienta
y un mediador que los profesionales socio-sanitarios utilizamos como recurso
terapéutico para favorecer:

La actividad productiva
La prevención y promoción de la salud
La autonomía y la participación comunitaria
El autocuidado
La interacción social
La re-significación de la etapa vital y transformación de realidades
Todos estos objetivos apuntan a la mejora de la calidad de vida, la percepción subjetiva
de bienestar de las personas mayores, y a la construcción de un envejecimiento
saludable.
¿Cómo podemos envejecer de forma saludable?
En el proceso de envejecimiento surgen múltiples cambios a nivel de todos los sistemas
(anátomo- funcionales, neuropsicológicos, psicoafectivos y sociales).
Sin un acompañamiento adecuado, estos cambios pueden provocar que la persona se
sienta vulnerable o “tomada por sorpresa”. Algunos ejemplos son:
A nivel social: la jubilación con su consecuente merma de ingresos, la disminución de
soporte social por pérdida de familiares, amigos u otros vínculos sociales.
A nivel psicoafectivo: desánimo, dificultad para relacionarse y desenvolverse en el
entorno.
A nivel neuropsicológico: deterioro cognitivo y psicomotriz.
Por otra parte, la propuesta socio-sanitaria en nuestro país continúa siendo escasa y
muy centrada en el asistencialismo sanitario; que no atiende las
necesidades particulares de las personas mayores, aquellas que requieren de una
intervención integral. Las estrategias sanitarias son necesarias, pero no
suficientes.

Para lograr un envejecimiento saludable cada persona tiene que contar con recursos
propios, como:

Plantearse y comprometerse con un proyecto de vida;
Mantenerse física y mentalmente activa;
Ser socialmente activo.
¡Pero esto no depende exclusivamente de la persona! También son necesarios:
Acceso a espacios adecuados y pensados para las necesidades particulares de este
colectivo;
Profesionales socio-sanitarios con conocimiento sobre la oferta de actividades, espacios
de referencia y recursos para la oportuna derivación;
Una sociedad inclusiva que se comprometa, preocupe y entienda la vejez como una
etapa normal del ciclo vital que tiene que ser respetada, cuidada y dignificada.

¿Cómo contribuimos al envejecimiento saludable desde el juego?
En Espacio Manituana diseñamos talleres exclusivamente para personas mayores;
donde utilizamos el juego como herramienta y recurso terapéutico para lograr todos los
objetivos mencionados: un envejecimiento saludable, activo y feliz.
Nuestras actividades se centran en tres ejes:

Estimulación Cognitiva: actividades que promueven la optimización de las funciones
mentales (memoria, atención, concentración, otras)
Psicomotricidad: trabajo corporal, ejercicio físico suave y técnicas de relajación que
promueven la conciencia corporal, equilibrio y coordinación, control motor, motricidad
fina, vivencia y reconocimiento del propio cuerpo.
Interacción Social: todos los encuentros y actividades tienen el objetivo de trabajar y
favorecer la cohesión grupal y el sentido de pertenencia.
Te invitamos a formar parte de un espacio de intercambio con pares, donde puedas
compartir tus necesidades, inquietudes e intereses, creado por profesionales
especialmente para las personas mayores desde una mirada integral.
Queremos ayudarte a tener un envejecimiento saludable, activo y feliz.

Por Lic. Agostina Russo y Lic. Lucía Paredes